Hasta ese momento evitó cualquier
referencia a su situación. Pero una sensación que no lograba definir empezó a
difuminar el tiempo embalado de cualquier sueño que le removiera las emociones.
Y sin más dilaciones, desprecintó la memoria para buscar la ilusión
extirpada de cuajo cuando se abrió la puerta de la adversidad. Y hoy, antes de que
la vida se le durmiera, despertó en la belleza que le rodeaba. Editó la
realidad para archivar miedos, redactó el presente imprimiéndole personalidad,
e inició el envío de su propio regalo, temeroso de que alguna herramienta de la
siguiente década pueda arrastrarlo a la papelera.
© Pilar Cárdenes